sábado, 20 de febrero de 2010

Háblame...


Háblame, le dije, y su voz que añoraba escuchar después de tanto tiempo, despertó por fin de su garganta, proyectando un sol imaginario en mi cabeza, sintiendo sus cálidas manos en mi pecho y escuchando mis latidos se quedó dormida una vez más.

Fue al amanecer cuando los rayos del sol se filtraron apagando mis sueños, encendiendo mi mente, tras los finos párpados que cerrados protegían mi retina de este acorazado mundo en el que despertar es un milagro de dios!

Y decidí seguir inmóvil, observando su belleza en la quietud, dibujando en el aire trazos de alegría que inspiraba en mi interior esta extraña y placentera sensación...

Se movió, abrió sus ojos, me miró y en ese instante bautizó con su mirada el día, y después me dijo, quiero que se pare el tiempo...


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Después, dejé de imaginar...me levanté dejando a un lado mi libreta, dando por cerrado este relato, pensando en lo fácil que me resulta expresar aquello que tanto conoce mi alma y salí a la calle, estudiando los cuerpos de la gente, el ir de aquí a allí, hablando de aquello y de lo otro, y al llegar a mi destino, me dispuse a entrar, dejar mis cosas, y prendí la luz de la sala...


Las luces esta vez enfocaban otras vidas a las que un guión debía penetrar más allá de sus retinas...

1 comentario:

Longinus dijo...

De nuevo nos hablas de amor, de sueños, de miradas, de palabras que no llegaron jamás a pronunciarse por más que se ansiase hacerlo...

Un enamorado del amor, eso es lo que eres ;)