Creció entre las sombras del miedo y del silencio, ausente en el tiempo, huyó por las calles del olvido, su niñez...
Cada atardecer, pálido el sol, enmudece en su interior, bañado en el delirio insano, esclavo del sabor amargo.
Caduco, resignado y extraviado, camuflado en la blancura cabellera de sus pensamientos,
cansada, regresa en su mirada la niñez, que ha galopado de antaño a través de los años...
Y al alba, regresa cada mañana evocado en su rostro el simple candor de su niñez.
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